Brasil: terra, vínculo insubstituível com indígenas

Existen alrededor de 225 sociedades nativas distribuidas por todo el gigante suramericano que corresponden al 0,25 por ciento de una población cercana a los 213 millones de habitantes.

Algunos aborígenes viven aislados en aldeas en medio de la selva, sin contacto con personas no originarias. Otros subsisten en el campo o en ciudades, y muchos incorporan hábitos de sociedad, lo cual no significa que reniegan a su identidad.

Pero la gran mayoría de estos pueblos resiste en tierras colectivas, declaradas por el Gobierno federal para su uso exclusivo.

Muchos de estos terrenos fueron delimitados e inscritos en registros de propiedad, otros están en proceso de reconocimiento y algunas zonas oriundas siguen sin regularizar su estatus.

Pese a que cada aldea con autóctonos tiene su propia cultura, hay algunos elementos que son comunes prácticamente a todos los indígenas brasileños.

Además de comer mucho pescado, frutas, verduras y raíces (como la mandioca o yuca), suelen bañarse varias veces al día, en ríos o lagos.

Sin embargo, las miradas académicas e indigenistas son incapaces de expresar los valores ancestrales y la espiritualidad latente de estas comunidades.

Hablar de indígenas en Brasil es aludir a tierras, lluvias, ríos, bosques con historias: una comarca de origen en el que recordar es fortalecer la identidad.

«Sin duda el tema central sigue siendo la cuestión de la tierra. Es lugar común decir que no existe un indígena sin territorio, aunque por una u otra razón se encuentre en situación urbana, viviendo temporal o permanentemente en una ciudad», declaró en exclusiva a la sección Escáner de Prensa Latina el jurista Marcelo Chalréo, vicepresidente de la Comisión Especial de Defensa de los Derechos de los Pueblos Indígenas del Consejo Federal de la Orden de los Abogados de Brasil (OAB).

Por cierto, refirió Chalréo, según datos del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística, algo más de un tercio de los nativos nacionales, unos 330 mil, viven actualmente en un contexto urbano, repartidos en miles de ciudades.

«La tierra constituye un vínculo insustituible y es el punto central de la lucha indígena, de la afirmación y existencia etno-cultural-social-cosmológica», apuntó el también coordinador del Consejo Consultivo de la Asociación Americana de Juristas (AAJ)–Rama Brasil.

CONSTITUCIÓN DE 1988

Por su parte, el líder indígena Kretã Kaingang comentó a Escáner que «nuestra lucha y resistencia viene de la Constitución de 1988, la cual nos reconoce como pueblos originarios, reconoce nuestros territorios, respeta nuestras culturas y también nos da autonomía para organizarnos y defender nuestros derechos».

Desde junio, Brasilia y otras regiones del país son escenarios de manifestaciones de comunidades nativas, en su mayoría con la finalidad de derrocar el llamado marco temporal que se debate en el Supremo Tribunal Federal (STF) para definir la demarcación de las tierras atávicas.

El juicio en la corte superior comenzó el 26 de agosto y desde entonces se espera que los ministros terminen de votar sobre la jurisdicción de territorios originarios antes de la promulgación de la Constitución de 1988.

La iniciativa llegó al Supremo a través de una demanda de recuperación presentada por el gobierno del sureño estado de Santa Catarina contra el pueblo Xokleng, en relación con la Tierra Indígena Ibirama-Laklãnõ, donde también viven nativos guaraníes y kaingang.

Desde 2017, el Estado invoca la tesis del criterio transitorio para reclamar la comarca.

Representantes de organizaciones y comunidades vernáculas afirman que ese criterio resulta inconstitucional y, por lo tanto, no puede ser utilizado para delimitar tierras.

En definitiva, sea cual sea el resultado en el STF, tendrá efectos generales y obligatorios para todo el Estado brasileño, vaticinó Chalréo.

Insistió en que «la tesis del hito temporal, de ser aceptada, será una verdadera reafirmación colonialista/imperialista, un camino abierto al exterminio y desaparición de miles de indígenas que aún no tienen demarcados sus territorios, un acto de lesa humanidad».

MOVILIZACIONES

Bajo momentos muy críticos y dolorosos por la Covid-19, no tenemos otra opción que luchar. De esta manera organizamos la primera movilización en abril y en junio realizamos la segunda llamada Levante pela Terra (Levantemos por la Tierra) en Brasilia durante 30 días con más de seis mil miembros de etnias, recordó a Escáner el cacique Kretã Kaingang.

Detalló que hubo otra nacional el 30 de junio en defensa de derechos y para decir NO al marco temporal y Si a la demarcación y a la vida.

Para los menos familiarizados con el tema, las más recientes manifestaciones pueden ser algo relativamente nuevo o inusual. Sin embargo, la historia y los hechos demuestran lo contrario, aseguró el abogado.

Explicó que el movimiento indígena crece en organización desde mediados de la década de 1980, coincidiendo con el fin de la dictadura militar que llegó al poder mediante el golpe de 1964.

Algunos de estos grupos, prosiguió, están vinculados a las iglesias, como el Consejo Indigenista Misionero, creado en 1972, vinculado a la Confederación de Obispos de Brasil, y el Consejo de Misión entre los Pueblos Indígenas, éste de 1982, vinculado a la Iglesia Evangélica de Confesión Luterana en Brasil.

Otra organización que merece ser mencionada es el Centro de Trabajo Indígena, fundado a finales de la década de 1970 por antropólogos e indigenistas, que desde entonces desarrolla acciones de apoyo a la lucha de los pueblos originarios, certificó a Escáner el también presidente de la Comisión de Derechos Sociales de la OAB/Sección Río de Janeiro.

Pormenorizó que en el proceso legislativo que dio origen a la Constitución Federal de 1988, «pudimos presenciar lo que se conoció como la primera gran movilización (para la cual fue muy importante la participación de las entidades indígenas mencionadas) de la manera más unificada y cohesionada en la lucha por el reconocimiento de sus derechos como pueblos originarios».

Lo anterior resultó en la inscripción en el cuerpo de la Constitución de la República de un conjunto de derechos que se sintetizan en los artículos 231 y 232 de la Carta Política, apuntó el letrado.
Aseveró que en la cartera de estos se destaca el derecho a la tierra, no solo la ocupada en su momento y de la que los pueblos indígenas no fueron despojados por la acción de los blancos en siglos de barbarie y exterminio.

Sino también, recalcó, aquellos territorios tradicionales que fueron de ocupación soberana de estos pueblos y de los que fueron expulsados de innumerables maneras, como, por ejemplo, a través de la esclavitud, la matanza, el encarcelamiento, el envenenamiento y el desplazamiento forzado.

Para el miembro del Consejo Ejecutivo de la AAJ Continental, otra conquista significativa fue la que dio a los pueblos indígenas y a sus comunidades la posibilidad de acudir a los tribunales en nombre propio y a los órganos del Estado para reclamar lo que consideraban su derecho, algo impensable hasta la Constitución de 1988, pues hasta entonces estaban bajo la tutela del Estado.

Es decir, aclaró, no tenían autonomía de voluntad y eran tratados como residentes relativamente incapaces, personas sin ciudadanía plena.

La Constitución de 1988 también rompe con una vieja premisa jurídica (e ideológica), la del llamado integracionismo, la forma jurídico-social que pretendía integrar a los indígenas en la sociedad blanca, despojándolos de su cultura e identidad étnica.

El tiempo se encargo de demostrar la invalidez de semejante propósito, pues a diferencia de otras regiones del globo, los pueblos indígenas brasileños tiene bien arraigadas sus culturas en sus más disímiles expresiones.

arb/ocs

*Este trabajo contó con la colaboración de la editora jefa Luisa María González, la editora Amelia Roque, el jefe de la Redacción Centro-Suramérica Alain Valdés, y la webmaster Diego Hernández.

Fonte: Prensa Latina

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